La mañana del viernes pintaba bien. Era 28 de febrero, festividad de Andalucía, y me habría gustado poder empezarlo como debe ser —con un mollete antequerano con aceite—, pero aquí no hay nada que se parezca a un mollete y en mi despensa, por ahora (por poco tiempo, espero), no hay aceite de oliva.
Anni salió a correr y yo
aproveché para ir a la Sparkasse a
preguntar varias cosas con respecto a la cuenta joven que ofrecen para
estudiantes. Lo mejor es que, en cuanto podáis, os abráis una cuenta en un
banco de aquí; así evitaréis comisiones innecesarias cuando saquéis dinero —la
mayoría de los bancos españoles que he visto, salvo excepciones, cobran entre
un 3 y un 5 % al sacar dinero de cajeros extranjeros— y podréis domiciliar el
pago de la residencia, entre otras cosas. La Sparkasse (la caja de ahorros con más sucursales y filiales aquí,
junto con el Volksbank) ofrece una
cuenta para jóvenes estudiantes menores de 30 años, que no tiene gastos por
tener la tarjeta, ni gastos mensuales.
Digo que os la abráis en cuanto podáis, y eso significa que,
seguramente, no os la podáis abrir nada más llegar. Para abrir una cuenta en un
banco, necesitas una cita previa y, además, necesitáis «daros de alta» previamente
en la ciudad, porque necesitan el certificado de empadronamiento (Anmeldung in der Stadt). Yo esto último
no lo sabía, por eso fui a preguntar ayer y allí me lo aclararon. Una cosa más:
para poder hacer el empadronamiento necesitáis tener una dirección postal, que no tendréis
hasta que os den las llaves de la residencia o entréis a vuestro piso, por eso
no os podréis abrir la cuenta nada más llegar. Debo decir que la mujer que me
atendió fue amabilísima y me atendió perfectamente en inglés (ya que yo no me
sentía lo suficientemente segura como para hacer nada en alemán). Aquí los primeros
días de marzo tiene lugar el carnaval, así que me dio cita para el miércoles que viene.
Pensando que tenía lo del banco arreglado, me fui en busca
de otro supermercado de la zona, Rewe, al que aún no había ido. Es ligeramente
más caro que Aldi y Kaufland, pero depende de lo que compres. Huid de la zona
de fruta y verdura. Repito: huid de la zona de fruta y verdura. Allí compré uno de los primeros experimentos gastronómicos que tengo
pensado consumir durante mi estancia aquí. Efectivamente, me encanta probar
cosas nuevas, y, como muchos sabrán, yo estoy aquí porque la ciudad es
preciosa, la universidad de prestigio y necesito mejorar mi nivel de alemán
para comer y para probar todas las cosas que no puedo encontrar en Málaga,
empezando por esas panaderías…, esas cafeterías..., las chocolaterías de la calle principal... En este caso, se trata de
una tarrina de gulash para preparar
en cinco minutos. No soy para nada aficionada a este tipo de preparados, pero,
por razones que no vienen al caso, lo compré. Ya os contaré.
Foto del invento. La fotografía no es mía
Con las mismas me fui a Kaufland, en busca de garbanzos y
lentejas secos. ¡Y los encontré! ¡A un precio desorbitado! 1,99 € por medio
kilo de garbanzos de un tamaño nada tentador, y lo mismo con las lentejas. Seguiré buscando legumbres
por ahí. Eso sí, tienen unos bollitos calentitos de pan blanco…
Y, para terminar de rematar la mañana, como me aburría y
hacía un día bastante bueno, puse rumbo a la Hauptstraße y me paseé por toda ella haciendo fotos a lo que me
iba pareciendo.
Tras una buena caminata, volví a casa, donde encontré, horrorizada, un e-mail en el que se decía que el miércoles, día 5, los estudiantes Erasmus teníamos una charla de bienvenida en no sé dónde a las 14.00, lo que me impediría acudir a la cita del banco. Todo esto junto a una carita feliz que acompañaba a la programación para el resto de la semana y que incluía los eventos relacionados con el carnaval (Fasching). Como faltaban 45 minutos para que cerrasen, le hice la última visita del día a la simpática señorita de la Sparkasse, que me cambió sin ningún problema la fecha de la cita.
Muy pequeña parte de la Hauptstraße
Institut für Übersetzen und Dolmetschen, donde daré algunas de las clases
Tienda exclusivamente con ositos de gominola. Por aquí causan furor
Tras una buena caminata, volví a casa, donde encontré, horrorizada, un e-mail en el que se decía que el miércoles, día 5, los estudiantes Erasmus teníamos una charla de bienvenida en no sé dónde a las 14.00, lo que me impediría acudir a la cita del banco. Todo esto junto a una carita feliz que acompañaba a la programación para el resto de la semana y que incluía los eventos relacionados con el carnaval (Fasching). Como faltaban 45 minutos para que cerrasen, le hice la última visita del día a la simpática señorita de la Sparkasse, que me cambió sin ningún problema la fecha de la cita.
En poco tiempo llegué a casa de nuevo, donde holgazaneé hasta
que, sobre las ocho de la tarde, llegó una amiga de las chicas, ya que iban a
preparar gofres, tomar algo y luego salir a alguna parte. Intenté estar con
ellas el máximo tiempo posible, pero tras unas dos horas en la cocina, algo
dentro de mí dijo «Basta». No voy a contar aquí todo lo que sentí, pero decidí
marcharme de la cocina, porque mi cabeza no daba para más y la idea de que me
fundiría con el entorno y me convertiría en un mueble más de la cocina si
seguía allí pudo conmigo. Con un sentimiento espantoso de impotencia al no
poder decir ni una palabra ni entender una cuarta parte de lo que estaba
diciendo, me marché a mi pequeño cuartito a esperar que el día terminase lo
antes posible. Sencillamente, no soporto la idea de recibir tanto de ellas y yo no poder darles ni siquiera conversación.
Hoy por la mañana recogí temprano mis cosas y me marché a
caminar un rato para intentar despejar la mente (cosa que no he conseguido). A
la vuelta pasé por una tienda en la que todavía no había estado, Müller, donde
venden productos naturales, golosinas, chocolate en abundancia, alcohol, artículos de
higiene personal, artículos de papelería y juguetes. Yo tampoco entiendo la
combinación de productos, la verdad. Ahí compré otro experimento
gastronómico: una tabletita de Ritter Sport à la crema catalana (sic). Ese relleno no
ha visto la crema catalana ni en sueños, como era de esperar. Si me dijeran que es caramelo o toffee, me lo creería igual. Sin embargo, el chocolate de Ritter Sport siempre está riquísimo, no dejéis de probarlo.
Los trozos de toffee junto a la crema catalana tendrían que haberme hecho sospechar
A la hora de comer probé el sucedáneo de gulash que os comenté. La verdad es que
me esperaba que supiera bastante peor. Tiene un marcado sabor a pimentón, a
cebolla y a hierbas, lo cual me gusta, aunque no deja de tener ese regustillo artificial; no obstante, la pasta queda bastante tierna.
Por unos 0,65 € no está mal. Incluye dos trocitos de carne del tamaño de una lenteja por envase
Sobre las seis de la tarde, nos pusimos a preparar masa para pizza casera, porque hoy venían de nuevo unos amigos, los que se habían encontrado en la calle el día que fuimos a buscar el regalo. Yo temía que fuera a ser todo como la noche anterior, así que me preparé para recibir a dos jóvenes extraños. Mi sorpresa fue mayúscula al ver no a dos, sino a cuatro muchachos alemanes entrar por la puerta de la casa, cargados con comida para ponerle a las pizzas. Los chicos (Torsten, Julian, Peter y Romer, ¡que me perdonen si no he escrito bien algún nombre!) resultaron ser muy agradables y los entendía mejor que a otras personas; y, aunque no entendí un pimiento la mayoría de las veces, estuve con todos en la cocina hasta que decidieron marcharse a continuar la fiesta por otro lado, después de zamparnos tres pizzas tamaño bandeja de horno y otra más normalita.
Yo, como no estoy hecha para esos trotes ni estoy acostumbrada, me he quedado despierta en casa un rato más para escribir esto.
¡Buenas noches!
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