viernes, 7 de marzo de 2014

Fasching

El martes no fue un día normal. Empezando porque era carnaval en Heidelberg y terminando porque tenía un millón de cosas por hacer: el examen, hacer la compra para llenar un poco la despensa, la colada, limpiar el cuarto, el empadronamiento, imprimir unas fotos en el DM para el Studentenwerk, ir a Kaufland a comprar algo de menaje y, si daba tiempo, comer y respirar.

A las 10 de la mañana tenía que estar en Neuenheimerfeld, el campus de ciencias de la ciudad, para hacer el Einstufunstest, es decir, el examen para el curso previo, necesario para saber en qué nivel te pondrán. Como tenía que coger dos autobuses, salí pronto de casa.

Había quedado con algunas personas al principio de la calle principal de la ciudad, aunque no todas aparecieron. Allí conocí a tres chicas que también se dirigían al examen (Eve, inglesa; Maël, francesa y otra chica noruega, de la que nunca pude recordar el nombre, ¡lo siento!). Al llegar me encontré con el chico japonés al que conocí en el autobús, y al que esta vez pude poner nombre: Tatsuki. Más majo el tío.

Una vez en el Studentenkolleg, empezaba el examen: dos partes de 45 minutos, de gramática y de producción de un texto. El examen es feo, especialmente la parte final, pero se puede sobrellevar. La verdad es que podría haberlo hecho mejor, pero no había estudiado, ni tampoco habría tenido tiempo para ello. Los resultados del examen los sabríamos esa misma tarde, sobre las seis. Nada que ver con lo que tenemos acostumbrado.

Después del examen, tomé el tercer autobús del día para intentar ir al ayuntamiento, en Schlierbach-Ziegelhausen, a un par de paradas de mi casa. Cerrado por carnaval. Porque sí, ayer, martes 4 de marzo, era el día grande del carnaval aquí en Heidelberg (Fasching), y todo se volvía un desbarajuste. Sin poder empadronarme y cada vez más nerviosa al respecto (porque es necesario presentar el papel a la hora de abrir la cuenta en el banco y los dos siguientes días no tenía tiempo material para hacer nada), cogí otro autobús que me dejó en casa. Allí comí lo que pillé y me dirigí de nuevo a la Altstadt, para intentar hacer algo de lo anteriormente mencionado. A menos de una parada de distancia, y tras verme rodeada de gente disfrazada, recordé que era el día del carnaval, así que me bajé, volví caminando, cogí la cámara y me senté pacientemente a esperar de nuevo el autobús. En la parada coincidí con Nuria, que iba camino del carnaval y me invitó a ir con ella y sus amigos. Tenía demasiadas cosas que hacer, pero ¡qué demonios! El carnaval es una vez al año.

Qué sorpresa me llevé al ver que, junto a sus amigos, estaban mis dos compañeros de Málaga, Hugo y Will, a los que hacía perdidos por los rincones de Europa. Tras un efusivo abrazo por mi parte, me contaron qué tal les iba por allí, y nos pusimos rumbo a la Hauptstraße. Allí, tras más de una hora oliendo el puesto de salchichas y de ver a gente disfrazada, por fin, empezó el desfile. Estos alemanes sí que se lo montan bien. Las carrozas eran sencillas, pero todo el mundo desfilaba animadísimo y gritando Hallo! al público, tirando caramelos, bolsas de palomitas, chocolate, llaveros y hasta copos de jabón. Creo que lo mejor es que veáis vosotros mismos algunos (muchos) ejemplos:















Cuando la última carroza cerró el desfile, una verdadera marea de gente inundó la calle, e intentar andar hacia abajo, a contracorriente, no parecía la mejor idea.

Lo de la marea de gente no era por exagerar

Acabé por despistarme de los chicos y, como no tengo Internet todavía y la tarjeta del teléfono va regular, los perdí definitivamente. Con las mismas, y viendo que se me acababan las horas aprovechables de la tarde antes de tener que ir a mirar las notas, me compré un bollo con pepitas de chocolate en una panadería (porque servidora tenía hambre a esas horas ya), me dirigí a Aldi a hacer unas pequeñas compras, por donde me paseé impunemente con el pelo lleno de confeti y la nariz con un chafarrón de tiza azul (porque servidora acabó, gustosamente, con la nariz pintada de azul tras el carnaval). 

Dos autobuses después, solté las cosas en casa y cogí otros dos autobuses para ir hasta Neuenheimerfeld y poder ver las notas. Me colocaron en un B2.2, que considero demasiado para mí, pero ya veríamos al día siguiente. Lo único que quería era coger los últimos dos autobuses, volver a casa, darme una buena ducha y caer rendida en la cama. Resultado: once autobuses en un mismo día y una tarjeta de transporte más que amortizada. Al día siguiente a las once de la mañana empezaba el curso en el mismo sitio donde había hecho el examen, y todavía tendría que hacer todo lo que no había podido hacer en ese.


Ho!

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