Del sábado y del domingo, lamentablemente, tengo poco que
contar. Hacer un poco de compra semanal, preparar un pequeño trabajillo que
teníamos que exponer la semana siguiente y estudiar para el examen del lunes
fueron todas las tareas que me ocuparon ese par de días.
Como tengo algo de tiempo para escribir y eso no ocurre muy
a menudo, me gustaría exponer una serie de llamémoslas curiosidades que, aunque
me he acostumbrado a ellas, me sorprendieron al llegar (y me siguen
sorprendiendo a día de hoy, conforme voy siendo testigo de más).
En este país no hay
tomate frito. Uno de los más conocidos y quizá de los que más daño ha hecho
al modus alimentandi de los jóvenes
españoles; y es que no, no existe la salsa para pasta por excelencia en España.
Podéis encontrar un millón y medio de salsas diferentes y paquetes de tomate
triturado, en trozos o concentrado, pero no frito. Si me equivoco y alguien
sabe dónde hay, que lo vaya diciendo ya.
En este país tampoco
hay fregonas. Otro de los más populares. Este no es del todo cierto, pues
sí que hay fregonas, pero no son lo que se dice fáciles de encontrar ni
baratas, según dónde mires. He llegado a ver tres mochos por unos diez euros.
Claro que también he visto conjuntos de fregona y palo por unos cuatro
(¡encuentra ahora el cubo y el escurridor!).
Aquí no se aplaude,
se golpea la mesa con los nudillos. Al menos en clase. De este sí que sabía
algo antes de llegar, pero no quita que la primera vez que lo hagas te sientas raro.
Los alemanes tienen cierta obsesión por los
productos naturales y por el género negro. En cualquier supermercado o
droguería podéis encontrar un surtido amplísimo
de tés para tratarlo todo, ungüentos y tratamientos a base de plantas,
complejos vitamínicos, etc. En cuanto a lo del género negro, por ahora no me han
demostrado lo contrario: obras de teatro, novelas, series que llevan décadas en
antena… Los adoro.
El transporte público
no es tan puntual como nos quieren hacer creer. Los autobuses y tranvías
también se retrasan, aunque los trenes suelen ser bastante puntuales, salvo
retrasos justificados.
La gente no tiene
horarios para la comida. Hacen algo mucho más sensato y mucho más útil:
comer cuando tienen hambre. Si salís a la calle siempre, siempre, siempre
veréis a un montón de gente comiendo, ya sea pizza, comida tailandesa, dulces…
Y ya seguiré contando más conforme se me vayan ocurriendo, ¡lo siento!
El lunes, de nuevo, tocaba examen, pero este me salió mucho
mejor de lo que me esperaba, así que estaba algo más animada. Ya por la tarde
fuimos algunos compañeros del curso a Galeria Kaufhof —también conocido como El Corte Inglés alemán— a comprar un detalle
para la profesora, porque al día siguiente sería el último en el que estaríamos
con ella. No sé quién decidió que la tarea de la elección de los bombones (¡el
chocolate nunca falla!) tenía que recaer en las mujeres del grupo, pero creo
que no lo hicimos muy mal.
¡Y eso es todo! Prometo contar cosas más interesantes cuando
las haya.
Hola Alemanita,como estas,pienso que bien.Leo tu blog y te prometo que si paso por Alemania, te llevare tomate frito y aceite de oliva.
ResponderEliminarSuerte chao.
¡Hola! Aceite de oliva se puede conseguir, por fortuna, en los supermercados —mejor o peor, pero se puede—, ¡pero el tomate frito no puede faltar! Un besazo enorme, ¡da recuerdos a todos de mi parte!
EliminarHola rubia.
ResponderEliminarMe tienes que mandar la direccion de la residencian.Para ir a verte.
Recuerdo de tu tia,besos.