El sábado amaneció con un día igual de bueno. Era el primer
día en el que no tenía que pensar en los deberes para la semana siguiente o en
algún examen, y que era totalmente libre, así que me dije que, por fin, podría
dedicarme a lo que llevaba teniendo ganas desde que entró el buen tiempo:
echarme la mochila a la espalda, coger la cámara y salir a patearme una parte
de la ciudad cada vez. Y eso hice.
Me bajé en Marstallstraße
y, desde ahí, crucé toda la Altstadt hasta
llegar a Weststadt. Es una zona casi
exclusivamente residencial, con muchas menos tiendas que en el centro y muy,
muy verde.
Volví por una de las calles que pasan bordeando el monte,
con la firme intención de volver otro día y adentrarme por alguno de los
caminos que suben por él.
Después de comer, seguí paseando casi toda la tarde, esta
vez en compañía de Tomás, por la zona cercana a la Neckarwiese, junto a Alte Brücke, en la otra orilla del río.
Se trata también de una zona residencial, sin bloques de edificios, solo
casitas individuales. Algo que me fascina y me encanta es que no hay dos casas
iguales y no hay tampoco ninguna a la que no te apetezca echarle una foto.
Nuestro paseo acabó en la zona comprendida entre el Alte Brücke y el muelle. Después de
aquello, nos pasamos brevemente por una librería de segunda mano de la Hauptstraße, en la que era imposible no
quedarse embobado mirando las paredes forradas con libros; los mismos que se
amontonaban por todas partes y que llenaban las tres plantas del local.
Hasta ahora no he podido salir a hacer lo mismo, pero estoy
deseando poder volver a hacerlo, porque aún me queda mucho Heidelberg por ver.
El domingo no hice absolutamente nada. Bueno, sí, algo hice,
pero no salí a ninguna parte. Me quedé en casa practicando ejercicios de interpretación,
que buena falta me hacen si quiero poder hacer ese dichoso par de asignaturas
que me traen de cabeza, y atiborrándome a chocolate, una de las pocas cosas que puedes encontrar aquí a un precio más que atractivo.
El lunes fue otro día rutinario: estudiar, ir a comprar un
par de cosas y volver a casa. Por la tarde aproveché y me di otro paseo (esta
vez sin fotos) para preguntar por varias tiendas cuánto me costaría imprimir un
póster —¡quiero poner algo en mi cuarto! Algo que algunos saben perfectamente
qué es—. Con el precio de la tinta por encima del de la sangre de unicornio,
acabé descartando la idea después de las primeras dos tiendas.
Hola rubia.
ResponderEliminarDejame algunas fotos para cuando yo valla.¿como te vas con el idioma?
Un saludito de la familia,besos.
¡Hola! No os preocupéis, ¡que aquí sitios que fotografiar no os van a faltar! El idioma va, en pañales todavía, ¡pero va! ¿Cuándo venís?
ResponderEliminar¡Un beso!
Hola Mª Pili.
ResponderEliminarNo te e contestado ante,porque no se la fecha de salida.Posiblemente saldre por el 19 de Mayo.
Yo cre que por Alemania, estare la primera semana de Junio.Tu madre te pondra al corriente.
¡ un besito!